sábado, 6 de septiembre de 2008

La Santa Muerte



Quien busque a la Santa Muerte, la encontrará seguro entre Pintores y Peluqueros, Mineros y Panaderos. Allí en Tepito, el barrio más chilango de México DF, la Niña Blanca parece aguardarnos en el número 12 de la calle Alfarería con santidad coqueta de primera comunión o novia eterna

El lugar se ha convertido en centro de peregrinación desde que un 7 de septiembre de 2001 Enriqueta Romero sacó la imagen de la Flaquita a la puerta de su casa como agradecimiento por los favores recibidos. Pero el fervor de Doña Queta, como la conocen en el barrio, viene de lejos. De hecho, la encargada de atender y vestir a la Parca para la ocasión es devota desde que hace más de medio siglo sorprendió a su tía Leonor rezando a escondidas a la Definitiva.

Pero, en realidad, el culto a la Santa Muerte se remonta en México al principio de los tiempos. Luego el imaginario indígena se impregnó de las tradiciones medievales de la Danza Macabra que irrumpieron desde Europa y algunos ecos africanos que llegaron del Caribe. Por eso, la veneración a la Muertecita se extiende mucho más allá de las callejuelas atestadas de vendedores ambulantes de Tepito. Está en la tradición de San Pascualito Rey en Chiapas y Guatemala, el protector frente a las enfermedades encarnado -o descarnado, según se mire- en ese San Pascual Bailón hecho esqueleto. O en el San La Muerte que se oculta por los rincones más profundos de Argentina, Brasil o Paraguay.

Ese arraigo explica el afán perseguidor de la Iglesia Católica, tan aplicada en conservar el monopolio de la santificación desde que conoció las bondades del poder terrenal. Para ello, la jerarquía eclesiástica ordenó que se retirarán todas las imágenes de la Esquelética de los templos y capillas mexicanos. El culto pasó así a la clandestinidad y durante décadas sólo asesinos, putas y traficantes osaron exteriorizar su devoción, acostumbrados como estaban a su diálogo cotidiano con la Santa.

Todo ello hasta que doña Queta sacó a la Parca a la calle. Ahora, cada primero de mes, miles de personas se acercan fervorosas a rezarle el rosario. Y a pedir a la Santa: por la salud de un hijo, por la venganza deseada, por el amor inalcanzable, por la miseria que no escapa. Una oración que reúne sin distinción a narcos y beatas, madres solteras y parados, mariachis y vendedores.

Pero este no es el único lugar de devoción. Más de trescientos santuarios improvisados se diseminan por la tierra mexicana. No es extraño, pues, que también en este tiempo haya surgido la pugna por oficializar un culto asentado sobre la espontánea fe popular. En la colonia de Morelos, el arzobispo David Romo intenta reconducir la devoción hacia su Igle­sia Ca­tó­li­ca, Apos­tó­li­ca, Tra­di­cio­nal Méx-USA. En Tultitlan, el estrafalario Jonathan Legaria Vargas, también conocido como el Comandante Pantera o el Padrino Endoque, erigió una estatua de 22 metros a la Niña a principios de año para atraer a los fieles. Allí oficiaba misa los domingos envuelto con collares multicolores, hasta que la madrugada del último jueves de julio, alguien ametralló la camioneta en la que viajaba, dejando en su cuerpo medio centenar de balazos.

En cualquier caso, será difícil encauzar una religiosidad tan alejada de lo espiritual y tan apegada a las entrañas de la tierra. No en vano, hace mucho que el grotesco trazo de José Guadalupe Posada nos mostró lo impregnadas que están las calaveras de la realidad y sus miserias. Y la realidad neoliberal actual, tan atada a la violencia y a la desesperanza, tan brutalmente desarraigada y pobre, se empecina en no dejar otro resquicio para la esperanza de muchos que la fe en la Muerte. Eso sí, con una condición. El sentimiento hacia la Niña Blanca debe ser sincero. Porque como nos aconseja un devoto de Santa Ana Chapitiro: “nunca le prometa algo que no va a cumplir, porque la Santisima se lo cobra a uno muy caro, se venga, es bien cabrona”.

4 comentarios:

Martine dijo...

José Manuel, estoy de vuelta...
Me ha interesado, como no podía serde otra manera tu Entrada... sabía de la devoción de los Mejicanos a la muerte, la comida y la vigilia que hacen sobre las tumbas de sus difuntos, así como la pasteleria y los dulces con efigies de esqueletos, pero todo lo que nos cuentas lo ignoraba...Cuando acabe mi comentario leeré muy atentamente los enlaces que ofreces..
Conoces seguramente la famosa Dansa de la mort de Verges... instaurada despues de las epidemias de peste negra...

La iglesia siempre intentó perseguir ritos ancestrales, al no conseguirlo los incorporó de una manera u otra... veáse Rocio , etc... Menuda es ella para apuntarse al carro, y sacar el mayor rédito psible...

Un beso José Manuel, feliz de reanudar nuestras charlas...

Martine dijo...

No hay manera que se me abra el segundo Enlace.... :-(
Igual es cosa de mi ordenador...
Si puedes me lo mandas por otra vía...
Un beso.

Martine dijo...

No hay manera! Ni por aquí ni por allí... :-(
Seguro que el fallo es mío....

Mirla Sandoval dijo...

Hola José Manuel, desconocía esa información que mencionas de Méjico, pero te comento que en Venezuela se habla de una imagen que llaman "El ánima sola", desde pequeña escuché hablar de ella con mucho recelo.

En Barquisimeto, mi tierra natal, dicen que es mala, pero ahora trabajando en la Universidad, tengo una amiga de Caracas y dice que ellos le tienen mucha fe. De hecho, le prenden velas y la cargan consigo.

Tal vez se trata de la misma imagen que veneran en Méjico. Pero observa, en mi país ya se de dos sitios en los que se le ve diferente, no se qué opinan los demás porque nunca he preguntado.

El profesor Lupa diría :“ Misterios de la Ciencia”

Un abrazo