viernes, 30 de marzo de 2007

Desnudando al jefe de todo esto

Cautivo y desarmado el ejército rojo del pensamiento, hace tiempo que nos quedamos sin herramientas para descifrar quién es el culpable de tanto desmán. Enterrada antes de hora la lucha de clases, las insatisfacciones y desdichas acaban siendo responsabilidad de nuestras propias frustraciones. Y frente a ellas sólo tenemos el recurso de la píldora anti-ansiolítica, la sesión de risoterapia, o el bisturí estéticista que nos devuelva la autoestima arrebatada, no por un capitalismo avaricioso de nuestras plusvalías, sino por ese michelín insolente que se empeña en recordarnos su flacidez cada mañana.

Encadenados, así, a un mundo de (i)responsabilidades difusas e impersonales, la búsqueda de un absoluto incuestionable que nos de una respuesta a todo, es otro camino hábilmente potenciado para hacernos esquivar el feo vicio del análisis crítico. Aquí las teorías del complot encuentran su hábitat natural, con una larga historia que abarca desde la famosa conspiración judeomasónica del extinto caudillo por la gracia de Dios, al asesinato de Kennedy, pasando, como no, por el Eje del Mal de Al Qaeda, los etarras de Mariano Rajoy o Fu Manchú.

Frente a este frenesí que nos conduce indiferentemente de la depresión bipolar a la esquizofrenia colectiva, escuchar de vez en cuando voces clamando por la cordura es siempre de agradecer en este desierto de incertidumbres. Una de las más recientes es la de Lars Von Trier y su última película El jefe de todo esto. Con su personal Dogma antidogmático, el cineasta danés hace honor a la tradición de sus padres –comunistas y nudistas- y nos desnuda ante la pantalla el cínico comportamiento de este capitalismo de ficción que diría Vicente Verdú, que ha hecho de la invención de un responsable último irreal y de la creación de unos redes afectivas y amables dentro del sistema, su herramienta de control más implacable, capaz de fagocitar hasta los más críticos a cambio de un segundo de gloria.

Allá por los años 20, Sergei Einsenstein trabajaba con llevar a la pantalla grande una película que plasmara El Capital del Karl Marx. Casi un siglo después, el cineasta nórdico casi lo consigue, desentrañando las entrañas del sistema con su peculiar fusión entre el materialismo dialéctico y la comedia clásica. El resultado es demoledor. Aunque, si la visión del filme no nos ayuda a orientarnos en nuestras vidas, tampoco está de más la fórmula que me recomendaba un veterano periodista madrileño al calor de unos vinos: “Todo lo que vaya en contra del Estado, la patronal, el clero y el ejercito es bueno”. Pues eso, al fin y al cabo, para la risoterapia siempre estamos a tiempo.

miércoles, 28 de marzo de 2007

De vuelta al infierno

Benedicto XVI nos lo dejó claro esta semana: el infierno existe y la condena es eterna. Lo hizo durante su homilía en una iglesia cuyo nombre -la Santa Felicidad-, parecía elegido para incrementar el desasosiego de los descarriados, de los que ya intuimos una futura vida incorpórea entre los azufres de la Maligna Desdicha.

Hace bien Joseph Ratzinger refrescándonos la memoria sobre los amenazantes calores infernales, pues, como él mismo se lamenta, este es un tema del que se habla poco. De hecho, hasta la Santa Madre Iglesia se ha mostrado en los últimos años relajada en este asunto, mostrándose más preocupada por las implicaciones teológicas del condón o el siempre desinteresado papel evangelizador de los colegios concertados, auténtico maná divino para las arcas clericales del siglo XXI, por obra y gracia de las ayudas del Estado.

Lo cierto es que, por unas cosas o por otras, Roma y la siempre comprometida Conferencia Episcopal llevaban demasiado tiempo sin advertir a la feligresía de las amenazantes calderas de Pedro Botero. Algo imperdonable para los representantes de Dios en la Tierra, ya que, a fin de cuentas, fue el Divino quien se sacó de su manga demiúrgica un infierno donde mandar al desdichado Luzbel por negarse a obedecer ciegamente sus órdenes.

Así, sin infierno hemos estado viviendo todos estos años, dejándonos llevar por un frenesí hedonista vendido a cómodos plazos por los grandes almacenes. Tan felices y contentos pese a que, de vez en cuando, algún informativo nos dejase entrever su existencia maldita junto alguna esquina de Bagdad, en la que, por fortuna, nosotros nunca estaríamos.

En cualquier caso, el olvido infernal tampoco les ha ido mal a los guardianes del Bien absoluto. Porque ignorando el Infierno, tampoco nos acordamos del Paraíso y nos adaptamos, de este modo, a nuestro purgatorio cotidiano de soledades, precariedad, hipotecas y patatas fritas congeladas de Carrefour.

Pero claro, las esencias son las esencias. Y si George Bush lanza una cruzada contra el eje del Mal y Mariano Rajoy saca las escuadras falangistas contra la conspiración judeo-islamista y separatista roja, ¡cómo no va echar mano del Diablo un vicario de Cristo que, antes que papa fue inquisidor!

Y mientras tanto Zapatero está en contra de que se juzgue a los responsables de la guerra de Iraq, le encanta la monarquía, insiste en ilegalizar a la izquierda abertazle e ignora cuánto cuesta un café. En fin, que Dios nos pille confesados.

lunes, 26 de marzo de 2007

Zaplana, los aviones y las lentejas

Desde Ícaro, el sueño del hombre por volar ha sido una de las constantes de la historia de los deseos. Tal vez por ello, cuando los ingeniosos bocetos de Leonardo son ya poco más que una antigualla en la compleja técnica de la aeronáutica, la experiencia de surcar los cielos continúa generando un sentimiento de poder, aunque sólo sea por la pequeñez en que vemos reducido un mundo a nuestros pies, desde la ventanilla del avión.

Esto explica, posiblemente, la inclinación por los altos vuelos que tan a menudo hallamos en la política. Relación que, sin duda, encuentra su principal plasmación en esa simbiosis inseparable que se da entre el imperialismo norteamericano de rostro hortera y un aparato como el Air Force One, el avión del presidente.

En nuestro país, los lazos entre aviación y política han tenido un carácter más castizo. Memorable fue, en este sentido, la experiencia protagonizada el 3 de abril de 1988 por el entonces vicepresidente Alfonso Guerra que tras unos días de descanso en El Algarve, no dudó en solicitar un Mystère de la Fuerza Aérea para sortear la caravana de vehículos que hacían cola en la frontera y poder llegar a tiempo a Sevilla para disfrutar la corrida en La Maestranza.

Han pasado casi veinte años desde entonces, pero la atracción por las alturas parece no conocer vértigos entre los próceres de la patria. Si bien es cierto que hace tiempo que quedaron atrás las formas izquierdistas de aquel amigo de los descamisaos, y los nuevos vientos neoliberales también han hecho su entrada en los deslices voladores de nuestros gobernantes. Véase, si no, los afanes privatizadores del actual portavoz del PP, Eduardo Zaplana, que no dudó en gastar unos 150.000 euros de las arcas del Estado, para viajar en Jet privados durante los menos de dos años que estuvo al frente del ministerio de Trabajo.

Por que el más bronceado de los políticos españoles, el eterno amigo de Julio Iglesias, no podía permitirse el lujo de viajar en transporte público, aunque fuese el puente aéreo. A fin de cuentas, la generosidad empieza por uno mismo y el cartagenero siempre ha tenido fama de dadivoso: los 182.556 euros procedentes de fondos públicos invertidos en regalos así lo atestiguan. Ay, que tiempos aquellos en que un pañuelo de seda twill o un echarpe unie brodee cachemir, permitían tener bien atada la unidad de España.

Aunque es en los pequeños detalles dónde la personalidad desprendida del dirigente popular queda mejor retratada. En esas facturas de 60 euros para que el Estado le devolviera la aportación realizada en una cuestación caritativa, o en los justificantes de compra para que le abonaran los 50 céntimos que tuvo que pagar por un paquete de chiclés, o los 1,29 euros por unas lentejas.

Y es que las dificultades por llegar a fin de mes, no son patrimonio exclusivo de Esperanza Aguirre. Hace ya mucho tiempo que Zaplana se lo había confesado a su amigo Salvador Palop: “tengo que ganar mucho dinero, me hace falta mucho dinero para vivir”. Por entonces, el dirigente del PP soñaba con un coche nuevo, aquel radiante Vectra 16 válvulas. Claro que, pasaron los años y... ¡dónde esté un avión!

sábado, 24 de marzo de 2007

Se nos fue Antonio

Antonio Palomares, ex secretario general de los comunistas valencianos, ex diputado autonómico y uno de los padres redactores del primer Estatut de autonomía del País Valenciano, falleció ayer en el hospital La Fe de Valencia, a la edad de 78 años, víctima de un tumor. Hombre de firmes convicciones y talante dialogante, Palomares se hallaba en los últimos años apartado de la vida política activa, aunque mantenía sus vínculos con el Partido Comunista del País Valencià y en los últimos años trabajaba en la redacción de las memorias de su vida.

Una vida que se inició en 1929 en una casa de El Robledo, Albacete, donde el futuro dirigente de izquierdas abrazaría el ideario comunista casi desde la cuna. Y desde aquellos primeros pasos, también comprobaría el duro precio que había que pagar por mantenerse fiel a estos ideales, cuando con sólo cinco años de edad fuera testigo de cómo la guardia civil irrumpía en su casa para detener a su padre, candidato del PCE en las elecciones de 1933.

El reencuentro con su padre se produciría en víspera del estallido de la guerra civil. Una contienda, y una derrota, que marcaría la adolescencia y primera juventud de Palomares. En 1939 seguirá el camino de tantos republicanos españoles y marchará al exilio en Francia, donde pasaría por la dura experiencia de los campos de concentración de la playa de Argelès.

Pero no será ésta la única prueba que debió afrontar por aquellos años, cuando marchó al centro de Francia junto a su familia, realizando todo tipo de trabajo desde aprendiz de panadero a pintor, pasando por cuidador de vacas. En ese periplo geográfico y profesional le sorprendería mayo de 1940, cuando las tropas alemanas de Hitler superaron la línea Maginot iniciando la invasión de Francia. Comenzaba así la ocupación, pero también la resistencia. En 1944, con sólo 15 años de edad, Antonio Palomares inicia su colaboración con las fuerzas maquis de FTPF, iniciándose así un compromiso personal que al año siguente afianzaría tras ingresar oficialmente en el PCE.

Desde entonces sus responsabilidades políticas serán contínuas. Entre 1947 y 1958 es miembro de la dirección de las Juventudes Socialistas Unificadas de Francias y colabora en el frustrado intento de retomar la actividad militar en España con la incursión a través del Valle de Arán. El fracaso de la lucha armada contra la dictadura de Franco, le llevará a desempeñar nuevos cometidos en el difícil y peligroso trabajo de articular una oposición clandestina, reorganizando el aparato del Partido Comunista dentro del país.

Con este objetivo retorna a España en 1956, donde colabora con el dirigente Julián Grimau, detenido y fusilado en 1963. La caída de una de aquellas células comunistas, con la detención Timoteo Ruiz, llevará a Palomares hasta tierras valencianas por aquellos años.

Escudado en su profesión de vendedor de libros a domicilio, Antonio Palomares pondrá en marcha el comité provincial del Partido, recorriendo las tierras valencianas en la clandestinidad, oculto tras el nombre de guerra de Marcos el griego y contactando con los principales focos de resistencia política y sindical. Sin embargo, la caída en noviembre del 1968 de CC OO en Valencia y la aparición de algunos ejemplares de Mundo Obrero en el domicilio de algunos detenidos, puso a la brigada político social sobre la pista de Palomares.

Poco después es detenido y sometido a la más brutal tortura. Los golpes y descargas eléctricas hicieron mella en cuerpo. Su sistema respiratorio se ve afectado e, incluso, su estatura disminuye cuatro centímetros. Pese al dolor insufrible, ningún nombre saldría de los labios de Antonio Palomares para desesperación de sus torturadores. Se forjaba así su fama de hombre duro y de líder carismático entre los comunistas valencianos.

El escándalo que siguió tras publicarse unas fotografías del rostro desfigurado de Palomares fue tal que el régimen, incluso, se vio obligado a relevar de su puesto al comisario Manuel Ballesteros —que ocuparía años después destacados puestos policiales con el gobierno de Felipe González— y a archivar el proceso, ante el temor a las repercusiones de un posible juicio.

Tras abandonar la prisión, donde pasó nueve meses, su figura se confirmaría como clave en la creación de una oposición democrática en Valencia, participando en diferentes encuentros con otras fuerzas opositoras en iniciativas como las cenas del Ateneo Mercantil, o la creación de la Junta Democrática o la Taula de Forces Polítiques i Sindicals del País Valencià.

De forma paralela, liderará el comité de País encargado de coordinar las agrupaciones del PCE en la Comunitat, hasta que a finales de 1976 la primera conferencia acordó la constitución del Partit Comunista del País Valencià, a cuyo frente se situaría como primer secretario general hasta la celebración del primer congreso. Tras la legalización del partido y recuperadas las libertades democráticas, Palomares ocuparía escaño en el Congreso de Diputados durante las legislaturas de 1977 y 1982. Este último año, participaría como ponente en la redacción del Estatut de Benicàssim. Será en el parlamento autonómico donde afrontará desde 1983 sus últimos años de vida política en activo hasta su retirada de la primera línea en 1987.

La muerte le atacó a escondidas, mientras seguía lleno de rebeldía.

viernes, 23 de marzo de 2007

La sombra de la soga vista bajo la mesa

El 9 de enero de 2002 tuve la oportunidad de participar en Bagdad en un encuentro en con el vicepresidente Taha Yasín Ramadán. Fue en el hotel Al-Mansur, lujoso edificio a orillas del Tigris, en otro tiempo perteneciente al grupo Melià y, ya por entonces, aquejado de falta de pintura y exceso de sinsabores.

Las baterías antiaéreas instaladas en las azoteas de los edificios colindantes, presagiaban la destrucción que se avecinaba sólo unos meses más tarde. Sin embargo, Bagdad, con su fealdad de cemento y edificios sin acabar, todavía era capaz de envolverte en su embrujo de cuento; en la aventura de buscar una cerveza por algún local del barrio cristiano caldeo; en las curiosas miradas que te escudriñaban por las calles del zoco de Al Rashid, en el desaparecido centro histórico otomano; en la surrealista escena de unos destartalados trompetistas ensayando el Cielito lindo cobijados junto al puente Al-Anrar.

La entrada de Ramadán en la sala del hotel no dejaba indiferente. Paso firme, de estricto uniforme, rodeado de asistentes y guardaespaldas. Su mirada era dura, fiera, reforzando con los ojos la contundencia de sus palabras de verde oliva. Entonces, este kurdo de 69 años mostró su confianza en que la guerra no estallaría e insistió, una y otra vez, en que su país había cumplido las imposiciones de una comunidad internacional que, se lamentaba, no buscaba armas de destrucción masiva por otras latitudes próximas como Israel. Por ello fue tajante al afirmar: “Iraq ha cumplido, ahora le toca a Naciones Unidas”.
Esta semana,Taha Yasín Ramadán ha sido ahorcado en nombre de la democracia. Las gestiones realizadas por Naciones Unidas para evitar su ejecución han sido inútiles. En realidad, el secretario general Ban-Ki-moon apenas pudo hacer poco más que esconderse bajo la mesa cuando las primeras bombas de la resistencia cayeron en la zona verde de máxima seguridad. A su lado el primer ministro Nuri al Maliki mantiene la compostura, consciente de la mirada atenta de las tropas norteamericanas.

La misma compostura que, hace unas horas, ha tenido que mantener su vicepresidente, Salam al Zobaie, cuando desde la ventanilla de su auto contempló cómo todo saltaba por los aires.

jueves, 22 de marzo de 2007

Entre el tartamudeo y el alarido

Durante los últimos meses nos hemos acostumbrado en España a que la vida política y social discurra entre el tartamudeo y el alarido. En el primer caso parece encontrarse el gobierno y los socialistas, con José Luis Rodríguez Zapatero a la cabeza, que desde que descubrieron que el prometido y necesario proceso de paz no iba a discurrir por el camino de rosas de los eslóganes publicitarios, parecen sumidos en un balbuceo silábico sin solución.

Y es que, Ferraz y Moncloa han optado por el titubeo como mecanismo de defensa política. Emulan, de este modo, al Claudio de Robert Graves, tan magistralmente encarnado para la BBC en los años 70 por Derek Jacobi como aquel personaje que supo convertir su tartamudez en una máscara de imbecilidad con la que sobrevivir en la Roma, imperial y sangrienta, de los Julio-Claudios.

Sólo esa apuesta por el discurso entrecortado, explica la patética foto de los parlamentarios navarros del PSN-PSOE, con su candidato Fernando Puras al frente, comprometiéndose por escrito a no promover ni votar ninguna iniciativa tendente a unir Navarra con el País Vasco. Pretendían, así, contrarrestar la embestida de las legiones del PP, convocadas para ese día en Pamplona. Para ello, querían demostrar la misma repulsión hacia esa posible unificación recogida no sólo en las abyectas páginas de una reeditada Alternativa KAS, sino planteada explícitamente en la tan loada Constitución, un detalle éste que, ahora, ni socialistas ni populares parecen recordar mientras se dedican a proclamar su navarridad con golpes de pecho.

No menos ridículo, después del culebrón de Iñaki de Juana Chaos, ha sido el sainete organizado en torno al juicio contra Ornaldo Otegi, retirando el fiscal su petición de un año y dos meses de prisión por un delito tan etéreo como el enaltecimiento del terrorismo durante el homenaje a la activista de ETA, Olaya Castresana. Eso sí, el ministerio fiscal se iluminó retirando las acusaciones, sólo una vez había concluido un aparatoso operativo policial para detener en su domicilio al líder de la izquierda abertzale, después de que éste no compareciera ante la Audiencia Nacional a la hora indicada por encontrar bloqueadas las carreteras por la nieve: ¡tal y como estaban informando todas las televisiones!

El problema es que con estos amagos e indecisiones que están caracterizando el talante Zapatero, queda reforzado el discurso ultra de la derecha realmente existente en esta país. Si una propuesta democrática y legítima, que compete en última instancia a la decisión libre de los navarros, se asume como algo vergonzoso de lo que hay que desmarcarse como de un apestado, flaco favor se le hace al sereno debate político y a la madurez crítica de los ciudadanos. Del mismo modo, si tenemos que pasear a personas esposadas para demostrarla a la caverna nuestra firmeza de cristianos viejos en la fe del Estado, mal lo tenemos para encauzar una normalización política que difícilmente puede pasar por la exclusión de la izquierda abertzale.

Por desgracia, los barros de antaño, las leyes de partidos, las catalogaciones genéricas e inquisitoriales en el cajón de sastre de los violentos donde cabe todo; están provocando ahora estos lodos de indecisión. Frente a ello, los socialistas, como Claudio, han optado por esconderse tras el tartamudeo, convencidos de que, al final, el ciudadano de pie recibe con mayor simpatía la lengua trapajosa, que el alarido.

Puede que los augures demoscópicos les den la razón. Aunque en cualquier caso, no harían mal recordando que a Claudio sus limitaciones oratorios no le impedían tener clara su idea del Imperio. Pero, sobre todo, sería crucial que en Ferraz y en Moncloa tengan presente que la tartamudez del viejo emperador no le evitó, al fin, su muerte envenenado. Por ello, y aunque sólo fuera por lo último, no estaría de más que volvieran también su mirada hacia el sabio Demóstenes y comenzaran a domar su voz, llenándose la boca de piedrecitas frente al mar.

miércoles, 21 de marzo de 2007

El plátano es sensacional

La mítica United Fruit Company, maestra en las tétricas artes de crear repúblicas bananeras en la América Latina de los lejanos inicios del siglo XX, vuelve a demostrar una vez más el viejo dicho de que “quien tuvo retuvo”. Así lo pone de relieve una de sus herederas, Chiquita Brand, condenada ahora a pagar 25 millones de dólares por el nímino despiste de financiar a los paramilitares colombianos en la lucha contra la guerrilla.

En total, se cuenta, la empresa habría aportado 1,7 millones de dólares entre 1997 y 2004. Cantidad a la que se sumaría algún que otro regalito, como 3.000 fusiles AK-47 o varios millones de balas. Todo ello, eso sí, perfectamente reflejado en los libros de cuentas, dentro de la partida de “seguridad” y justificado, obviamente, como una inversión necesaria para la protección de sus trabajadores en la región de Urabá.

Y es que, ya se sabe, para estas empresas los empleados son lo primero, como la familia. Aunque, como en toda familia, no falten las ovejas descarriadas a las que devolver al redil. Tal vez por ello, más de uno de sus trabajadores –curiosamente sindicalistas- estén entre las 432 personas, la mayoría campesinos pobres, que tuvieron el infortunio de cruzarse con uno de estos grupos paramilitares en alguna de los 62 masacres que protagonizaron durante aquellos años en la zona.

Afortunadamente cosas así no pasan en Europa. Aquí no hace falta recurrir a asesinos, por la sencilla razón de que el nuevo proletariado de hipoteca y microchip ha optado por el primitivo recurso de matarse él mismo. Como los antiguos indígenas americanos forzados y angustiados por la irrupción de los españoles, los empleados del centro de ingeniería de Renault cerca de Paris han decidido ir arrancándose la vida. Tres ya se han suicidado en sólo cuatro meses, incapaces de soportar el aislamiento, la presión, el control constante, y después de que alguien, por algún canal de pago de televisión, les dijera que la lucha de clases ya no existía.

Como la heredera de United Fruit, Renault también se ha puesto manos a la obra para proteger a sus empleados. Ahora anuncia nuevos contratos de refuerzo para rebajar el estrés. Aunque, a lo mejor, quién sabe, con un poco de aporte energético a la actual plantilla es suficiente. Y qué mejor que un plátano al día, cuando Chiquita te los suministra a precios tan competitivos.

martes, 20 de marzo de 2007

En busca del otro lado

Lo peor de los paraísos no son las serpientes tentadoras que pueblan sus rincones. Lo peor que tienen estas idílicas geografías, son sus querubines de espadas flamígeras acechando en las fronteras para impedirnos el paso.

Jehová puso los primeros de estos inmisericordes ángeles guardianes al Este del Edén, allá por donde el Tigris y el Eufratres afrontaban sus últimos tramos por aquel jardín de extensos palmerales, del que fueran expulsados Adán y Eva por atreverse a pensar y desear. Y, sin duda, la eficacia en cerrarnos el retorno a tan añorado paisaje ha sido tal que sus últimos descendientes —inmortalizados fotográficamente en las Azores— optaron por negarnos definitivamente el acceso, por el resolutivo medio de convertir el paraíso en un infierno.

De este modo, si tenemos alguna certeza desde aquellos lejanos tiempos bíblicos, es nuestra constatación de hallarnos perpetuamente condenados a vivir a este lado del paraíso. Y desde entonces, anhelamos encontrar esa ruta secreta que nos acerque hasta la otra orilla añorada, en brazos de un vuelo charter o a lomos de algún cayuco, esquivando la mirada incisiva del ángel sangriento, sorteando los ágiles embistes de su espada llameante.

Aunque, en ocasiones, las heridas sufridas en los anteriores intentos nos inmovilizan durantes siglos de desesperanza, sin dejarnos más fuerza que el recuerdo de las viejas historias de quienes, antes que nosotros, se atrevieron un día a alcanzar la tierra que un dios nos prohibió.