Pobrecita libertad de expresión, tan cerca de Jesús de Polanco y tan lejos de la calle. Uno no puede evitar readaptar el viejo dicho mexicano a la vista de la aguerrida campaña en defensa de tan universal derecho que desde hace semanas viene promoviendo el diario El País. El motivo no es otro que la decisión del gobierno venezolano de no renovar la concesión de frecuencia en abierto al canal televisivo RCTV por estimar que la misma finaliza el día 27, en contra del planteamiento de Marcel Garnier y el resto de dueños del canal privado que aseguran disponer de licencia hasta 2022.
Contrasta esta escandalizada defensa de los derechos de RCTV –que siempre podría seguir sus emisiones como canal de pago-, con los silencios del Grupo Prisa ante la connivencia de la televisión con los militares que intentaron acabar por la fuerza con el gobierno democráticamente elegido de Hugo Chávez en abril de 2002. Por entonces, la transparencia informativa tan defendida ahora, llevaba a las páginas de El País a moverse en una medida ambigüedad que hacía aparecer como golpista ¡al propio presidente detenido ilegalmente por los militares sublevados!
Con semejante ejemplo desde la vieja y democrática Europa, no es de extrañar que por aquellos días la emisora -que pasará a la historia de las telecomunicaciones como la productora de telenovelas como Cristal- optara abiertamente por colaborar con los militares derechistas y silenciar cualquier información sobre la resistencia popular que impidió el triunfo del golpe de estado. Vergonzosa colaboración denunciada por el periodista Andrés Izarra, que abandonó entonces la cadena como protesta, o puesta al descubierto por un filme documental tan emotivo como La revolución no será retransmitida, realizado por los irlandeses Kim Bartley y Donnacha O’Briam.
Desde entonces RCTV, aliada mediática de los sectores oligárquicos de Venezuela, ha venido manteniendo una beligerante guerra abierta contra el proceso de transformación social que viene impulsado el movimiento bolivariano liderado por Chávez; un proceso que, por cierto, cuenta con el respaldo mayoritario de la población como han tenido que reconocer todos los observadores internacionales que han supervisado los distintos comicios convocados todos estos años. Ataques que, como recordaba recientemente Ignacio Ramonet, no son distintos a los sufridos en los años 80 por la revolución sandinista desde las páginas de La Prensa, o en los primero 70 por el gobierno chileno de Salvador Allende desde el periódico El Mercurio.
Todo ello queda eclipsado para El País que, frente al activismo abiertamente golpista defendido por el PP en contra de Venezuela, prefiere optar por la versión más socialdemócrata de la sacrosanta defensa de la libertad de expresión, como una especie de homenaje final a la vieja amistad que en otro tiempo unió al estadista Felipe González con el democráticamente corrupto Carlos Ándres Pérez.
Al final todo acaba reducido a lo básico, a esa defensa de los valores universales. Y frente a la vía venezolana al socialismo, El País cierra filas con ese modelo de vida hecho culebrón que promueve RCTV: el amor entre la chica pobre y el rico caballero como alternativa a la justicia social. Porque menos arriesgado que dejarse tentar por proyectos utópicos es seguir la invitación que el propio canal nos lanza desde la publicidad de su programación: “disfrutar junto al Dr. Eladio Lárez del programa educativo por excelencia: “Quién quiere ser millonario”".
Contrasta esta escandalizada defensa de los derechos de RCTV –que siempre podría seguir sus emisiones como canal de pago-, con los silencios del Grupo Prisa ante la connivencia de la televisión con los militares que intentaron acabar por la fuerza con el gobierno democráticamente elegido de Hugo Chávez en abril de 2002. Por entonces, la transparencia informativa tan defendida ahora, llevaba a las páginas de El País a moverse en una medida ambigüedad que hacía aparecer como golpista ¡al propio presidente detenido ilegalmente por los militares sublevados!
Con semejante ejemplo desde la vieja y democrática Europa, no es de extrañar que por aquellos días la emisora -que pasará a la historia de las telecomunicaciones como la productora de telenovelas como Cristal- optara abiertamente por colaborar con los militares derechistas y silenciar cualquier información sobre la resistencia popular que impidió el triunfo del golpe de estado. Vergonzosa colaboración denunciada por el periodista Andrés Izarra, que abandonó entonces la cadena como protesta, o puesta al descubierto por un filme documental tan emotivo como La revolución no será retransmitida, realizado por los irlandeses Kim Bartley y Donnacha O’Briam.
Desde entonces RCTV, aliada mediática de los sectores oligárquicos de Venezuela, ha venido manteniendo una beligerante guerra abierta contra el proceso de transformación social que viene impulsado el movimiento bolivariano liderado por Chávez; un proceso que, por cierto, cuenta con el respaldo mayoritario de la población como han tenido que reconocer todos los observadores internacionales que han supervisado los distintos comicios convocados todos estos años. Ataques que, como recordaba recientemente Ignacio Ramonet, no son distintos a los sufridos en los años 80 por la revolución sandinista desde las páginas de La Prensa, o en los primero 70 por el gobierno chileno de Salvador Allende desde el periódico El Mercurio.
Todo ello queda eclipsado para El País que, frente al activismo abiertamente golpista defendido por el PP en contra de Venezuela, prefiere optar por la versión más socialdemócrata de la sacrosanta defensa de la libertad de expresión, como una especie de homenaje final a la vieja amistad que en otro tiempo unió al estadista Felipe González con el democráticamente corrupto Carlos Ándres Pérez.
Al final todo acaba reducido a lo básico, a esa defensa de los valores universales. Y frente a la vía venezolana al socialismo, El País cierra filas con ese modelo de vida hecho culebrón que promueve RCTV: el amor entre la chica pobre y el rico caballero como alternativa a la justicia social. Porque menos arriesgado que dejarse tentar por proyectos utópicos es seguir la invitación que el propio canal nos lanza desde la publicidad de su programación: “disfrutar junto al Dr. Eladio Lárez del programa educativo por excelencia: “Quién quiere ser millonario”".
1 comentario:
se nota calramente que ud. es chavista. y nadie que esté de acuerdo con limitar la libertad de expresión puede ser demócrata. supongo que mientras suceda en venezuela a ud. le parece bien pues nos ven como unos indios todavía. a ver si le gustaría tener achavez y asu corrupción que no le da para comparse una revolució hablando desde la palaza españa que va a cerra el país o a antena 3, uds. los intelectualoides europeos lo que dan es lástimas por ser tan arrogantes que no son capaces si no de ver nuestras "revoluciones" latias como algo exótico y queijotescro... mientras sucendan del otro lado del charco. ¿porqué no se viene pa' acá a pasar trabajo y a vivir reprimido en vez de andar feliz de la vida allá comiendo patatas con huevos rotos donde al menos hay libertad y huevos? bien puestos ... de los que salimos a marchar en contra del sátrapa. janine vici
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