La mítica United Fruit Company, maestra en las tétricas artes de crear repúblicas bananeras en la América Latina de los lejanos inicios del siglo XX, vuelve a demostrar una vez más el viejo dicho de que “quien tuvo retuvo”. Así lo pone de relieve una de sus herederas, Chiquita Brand, condenada ahora a pagar 25 millones de dólares por el nímino despiste de financiar a los paramilitares colombianos en la lucha contra la guerrilla.
En total, se cuenta, la empresa habría aportado 1,7 millones de dólares entre 1997 y 2004. Cantidad a la que se sumaría algún que otro regalito, como 3.000 fusiles AK-47 o varios millones de balas. Todo ello, eso sí, perfectamente reflejado en los libros de cuentas, dentro de la partida de “seguridad” y justificado, obviamente, como una inversión necesaria para la protección de sus trabajadores en la región de Urabá.
Y es que, ya se sabe, para estas empresas los empleados son lo primero, como la familia. Aunque, como en toda familia, no falten las ovejas descarriadas a las que devolver al redil. Tal vez por ello, más de uno de sus trabajadores –curiosamente sindicalistas- estén entre las 432 personas, la mayoría campesinos pobres, que tuvieron el infortunio de cruzarse con uno de estos grupos paramilitares en alguna de los 62 masacres que protagonizaron durante aquellos años en la zona.
Afortunadamente cosas así no pasan en Europa. Aquí no hace falta recurrir a asesinos, por la sencilla razón de que el nuevo proletariado de hipoteca y microchip ha optado por el primitivo recurso de matarse él mismo. Como los antiguos indígenas americanos forzados y angustiados por la irrupción de los españoles, los empleados del centro de ingeniería de Renault cerca de Paris han decidido ir arrancándose la vida. Tres ya se han suicidado en sólo cuatro meses, incapaces de soportar el aislamiento, la presión, el control constante, y después de que alguien, por algún canal de pago de televisión, les dijera que la lucha de clases ya no existía.
Como la heredera de United Fruit, Renault también se ha puesto manos a la obra para proteger a sus empleados. Ahora anuncia nuevos contratos de refuerzo para rebajar el estrés. Aunque, a lo mejor, quién sabe, con un poco de aporte energético a la actual plantilla es suficiente. Y qué mejor que un plátano al día, cuando Chiquita te los suministra a precios tan competitivos.
En total, se cuenta, la empresa habría aportado 1,7 millones de dólares entre 1997 y 2004. Cantidad a la que se sumaría algún que otro regalito, como 3.000 fusiles AK-47 o varios millones de balas. Todo ello, eso sí, perfectamente reflejado en los libros de cuentas, dentro de la partida de “seguridad” y justificado, obviamente, como una inversión necesaria para la protección de sus trabajadores en la región de Urabá.
Y es que, ya se sabe, para estas empresas los empleados son lo primero, como la familia. Aunque, como en toda familia, no falten las ovejas descarriadas a las que devolver al redil. Tal vez por ello, más de uno de sus trabajadores –curiosamente sindicalistas- estén entre las 432 personas, la mayoría campesinos pobres, que tuvieron el infortunio de cruzarse con uno de estos grupos paramilitares en alguna de los 62 masacres que protagonizaron durante aquellos años en la zona.
Afortunadamente cosas así no pasan en Europa. Aquí no hace falta recurrir a asesinos, por la sencilla razón de que el nuevo proletariado de hipoteca y microchip ha optado por el primitivo recurso de matarse él mismo. Como los antiguos indígenas americanos forzados y angustiados por la irrupción de los españoles, los empleados del centro de ingeniería de Renault cerca de Paris han decidido ir arrancándose la vida. Tres ya se han suicidado en sólo cuatro meses, incapaces de soportar el aislamiento, la presión, el control constante, y después de que alguien, por algún canal de pago de televisión, les dijera que la lucha de clases ya no existía.
Como la heredera de United Fruit, Renault también se ha puesto manos a la obra para proteger a sus empleados. Ahora anuncia nuevos contratos de refuerzo para rebajar el estrés. Aunque, a lo mejor, quién sabe, con un poco de aporte energético a la actual plantilla es suficiente. Y qué mejor que un plátano al día, cuando Chiquita te los suministra a precios tan competitivos.
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